Un calenton de verano

Una tarde de verano con los calores propios de la fecha y con la mente pensando en aquello que siempre suele pensar.
Caliente, muy caliente y con el pito más duro que una piedra, todo lo que a mí alrededor veía me excitaba mas y mas, tal era el punto que el ver a mi señora en playero haciendo la paella me puso a mil grados.
La familia y los hijos por alrededor no ayudaban a encontrar el momento para meterle mano y me calentaba mas, en un momento de descuido le enseñe el pito, a lo que ella exclamo “hombre pero que haces, que están todos por aquí”, le dije “una chupadilla”, por probar que no quedase, mientras ella seguía cocinando aproveche una ocasión y le metí la mano en la entre pierna, el calor y la labor que estaba desempeñando habían provocado que sus bragas se encontraran muy mojadas, algo que me excito aun más, a ella no le pareció mal que le frotase de forma lasciva mi mano en su coñito, tan solo miraba para un lado y otro controlando que la familia no nos viera.
Tanto frote que en un plis plas de forma agresiva le introduje uno de mis dedos en su coñito, lo que le provoco dolor y a la vez placer, lo cual demostró con un pequeño gemido y lo cual izo que mi pito casi reventase.
En un vaivén de mi dedo me decidí a meterle otro dedo y si bien al principio el orificio ofreció algo de resistencia, segundos después parecía estar hecho a medida, a lo que ella comenzó a contornearse de forma sigilosa, ella no quería llamar la atención pero el gusto entre sus piernas no le dejaba estarse quieta.
Su coñito comenzaba a emanar algunos flujos que me indicaban que algo iba a explotar, unos segundos más tarde y después de frotar y frotar obtuve mi premio, un orgasmo que provoco a la vez el mío.
Mi bañador con una corrida de metro y ella con las piernas flaqueando y la comida en el fuego, tres o cuatro minutos de placer que me parecieron como un gran polvo y que acabaron con algún familiar sospechando lo sucedido, pero amigos que es el sexo si no que aquí te pillo y aquí te follo?

Una noche en Caldea

Mi novia se había ido de mini-vacaciones a Andorra, yo no había podido ir por motivos laborales, aunque el último día me pude escapar.

Paré a comer por el camino y llegué poco más tarde, esa tarde había cogido entradas para entrar en Caldea en la sesión de tarde.

Entramos cerca de las 7, nos pusimos los bañadores y fuimos entrando en las distintas piscinas, llevábamos varios días sin vernos y no voy a negar que teníamos ganas de estar “a solas”.

En la sauna nos quedamos solos y empezamos a darnos besos y abrazos y como no, a meternos mano, hasta que entraron unos chicos y tuvimos que comportarnos aunque ya habíamos hecho subir la temperatura de la sauna unos cuantos grados más.

Despues nos dirigimos a la piscina exterior, era pleno invierno, con uno o dos grados sobre cero, incluso había algo de nieve alrededor, aunque se estaba bien dentro de la piscina ya que el agua seguía caliente había poca gente.

Me senté en una escalera que estaba inutilizada ya que a nadie se le ocurriría salir del agua, y ella me abrazó, estuvimos un buen rato allí abrazados dándonos besos, abrazos, caricias, en definitiva: Amor.

A mi, el bañador se me iba quedando pequeño por momentos, de ahí nos dirigimos a un jacuzzi que había exterior aunque en él sólo entraban parejas a hacerse arrumacos.

Allí estuvimos un buen rato hasta que a las nueve menos cinco nos quedamos solos, seguramente la mayoría se iban a las nueve lo que nos daba un rato de tranquilidad, era el momento de aprovechar sino quería estallar.

Me bajé el bañador lo justo para sacarla y ladeé el suyo también lo justo para meterla, en principio seguíamos abrazados igual aunque pronto el movimiento nos delataba.

Ví por el rabillo del ojo como alguna pareja se acercaba hasta el jacuzzi dándose besitos pero al vernos se volvían a ir, sólo otra pareja entró y se quedó al otro lado del jacuzzi, pero a nosotros ya no nos importaba tener compañía.

Al principio el movimiento que hacíamos era disimulado pero tal y como llegábamos al éxtasis dicho movimiento se fue haciendo más rítmico y exagerado hasta que nos corrimos juntos, ella ahogó unos gemidos que, aunque se oyeron, no sonaron demasiado fuerte.

Una vez acabado, recuperamos la compostura y salimos disimulando ajenos a las miradas que se centraban en nosotros.