sábado, 2 de julio de 2011

Una noche en Caldea


Mi novia se había ido de mini-vacaciones a Andorra, yo no había podido ir por motivos laborales, aunque el último día me pude escapar.


Paré a comer por el camino y llegué poco más tarde, esa tarde había cogido entradas para entrar en Caldea en la sesión de tarde.


Entramos cerca de las 7, nos pusimos los bañadores y fuimos entrando en las distintas piscinas, llevábamos varios días sin vernos y no voy a negar que teníamos ganas de estar “a solas”.


En la sauna nos quedamos solos y empezamos a darnos besos y abrazos y como no, a meternos mano, hasta que entraron unos chicos y tuvimos que comportarnos aunque ya habíamos hecho subir la temperatura de la sauna unos cuantos grados más.

Despues nos dirigimos a la piscina exterior, era pleno invierno, con uno o dos grados sobre cero, incluso había algo de nieve alrededor, aunque se estaba bien dentro de la piscina ya que el agua seguía caliente había poca gente.

Me senté en una escalera que estaba inutilizada ya que a nadie se le ocurriría salir del agua, y ella me abrazó, estuvimos un buen rato allí abrazados dándonos besos, abrazos, caricias, en definitiva: Amor.

A mi, el bañador se me iba quedando pequeño por momentos, de ahí nos dirigimos a un jacuzzi que había exterior aunque en él sólo entraban parejas a hacerse arrumacos.

Allí estuvimos un buen rato hasta que a las nueve menos cinco nos quedamos solos, seguramente la mayoría se iban a las nueve lo que nos daba un rato de tranquilidad, era el momento de aprovechar sino quería estallar.

Me bajé el bañador lo justo para sacarla y ladeé el suyo también lo justo para meterla, en principio seguíamos abrazados igual aunque pronto el movimiento nos delataba.

Ví por el rabillo del ojo como alguna pareja se acercaba hasta el jacuzzi dándose besitos pero al vernos se volvían a ir, sólo otra pareja entró y se quedó al otro lado del jacuzzi, pero a nosotros ya no nos importaba tener compañía.

Al principio el movimiento que hacíamos era disimulado pero tal y como llegábamos al éxtasis dicho movimiento se fue haciendo más rítmico y exagerado hasta que nos corrimos juntos, ella ahogó unos gemidos que, aunque se oyeron, no sonaron demasiado fuerte.

Una vez acabado, recuperamos la compostura y salimos disimulando ajenos a las miradas que se centraban en nosotros.

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